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¿POR QUÉ DEBERÍAMOS BUSCAR LA EXCELENCIA EN LO QUE HACEMOS?

Una reflexión importante para aquellos que utilizan el sonido como medio para generar bienestar. Autor: Jorge Zain

Las experiencias con el sonido se están volviendo cada vez más populares en todo el globo y hay muchísimas personas que se están beneficiando del inmenso caudal de bienestar que proporcionan estas prácticas. Si uno observa en las redes sociales verá quelas propuestas de baños de sonido, viajes sonoros y conciertos meditativos, se han incrementado exponencialmente, y ha emergido un importante caudal de información y  notas periodísticas en medios de comunicación internacionales. También existen en la actualidad numerosos estudios científicos que validan técnicas y procedimientos con la vibración sonora, y el potencial de la utilización adecuada del sonido para favorecer estados meditativos es incuestionable.

Tenemos una masa crítica con una profunda sed de espiritualidad que está inmersa en una búsqueda de respuestas a preguntas que siempre nos hemos hecho como humanos, y las religiones ya no satisfacen las necesidades que tenemos, al menos a una parte de la población de este planeta. 

Varias formas de uso del sonido tienen todo a favor para canalizar esta búsqueda. Uno accede a estados de consciencia diferentes sin tener que utilizar ninguna sustancia externa, y por algún motivo es muy frecuente que las personas entren en trance cuando realizan las experiencias. Esto es algo que vengo observando en los grupos de estudio que dirijo hace más de diez años: pareciera que al ser humano le encanta entrar en estos estados de trance. Los estudiantes vienen a buscar teoría y conocimiento, y lo que más recuerdan y se llevan es la experiencia directa de contacto con este flujo inefable de la consciencia profunda.

Como veníamos diciendo, el sonido tiene un inmenso potencial de bienestar, y pienso que las personas que lo utilizan deberían formarse exhaustivamente acerca de su uso. Si bien lo que más nos gusta es el sentir, podemos enmarcar ese sentir de forma ordenada y sistematizada. Algunos seguramente se opondrán y me dirán: estás intentando reducir la experiencia que tenemos a un conjunto de ideas. Mi respuesta es  ésta: el hecho de poder ser claros en lo que hacemos genera libertad y beneficia al resto. Voy a dar un ejemplo concreto donde esto no ha sucedido, de alguien que me ha escrito porque ha concurrido a un evento que fue difundido en las redes sociales como “meditación con cuencos cristalinos”. Fue la primera vez que asistió a este tipo de evento, y al parecer tuvo una muy mala vivencia. Fue acompañada por una amiga que ya había asistido a varios eventos de este tipo. Al ingresar al salón, había personas que estaban vestidas de blanco, quienes luego de hablarles sobre el poder de los cristales y de los sonidos ancestrales, las invitaron a recostarse, cerrar los ojos, y al rato comenzaron una ceremonia donde invocaron seres de luz y luego sonaron todo tipo de instrumentos y a un volumen muy alto.

Cuando finalizó la ceremonia, esta persona sintió que había transitado por una especie de tortura, y estaba con una sensación de malestar y dolor de cabeza.  Una de las facilitadoras preguntó a los asistentes qué cosas habían vivido. Algunos estaban fascinados y contaban con emoción lo que experimentaron. Estas vivencias fueron interpretadas por una de las personas que estaban vestidas de blanco y, luego de un discurso sobre los seres de luz y sobre otros curiosos personajes, a modo de cierre, mencionó la frase célebre “todos somos uno y el universo es vibración” y luego de servir un té de hierbas se despidieron.

En este ejemplo, hay varios elementos que presentan una situación confusa: en primer lugar nuestra asistente pensó que iba a una meditación, aunque estaban todos recostados en el piso y durante la experiencia con el sonido había mucha gente roncando.  Cuando al concluir algunos contaron sus vivencias, casi todos refirieron haber estado como en un estado de ensoñación, con muchísimas imágenes que iban y venían, sensaciones cósmicas y planetarias, algunas alusiones a “vidas pasadas”, entre otras. La meditación es una práctica milenaria, que a groso modo se practica de dos formas principales, en una de ellas el practicante focaliza en algo en particular, sea en la respiración, en una imagen mental, en un color, y de este modo entrena habilidades mentales, internas, espirituales, entre otras. Hay otra forma de meditar que es más difícil y requiere de mayor entrenamiento, donde el practicante está sentado en presencia total, respirando silenciosamente pero sin nada en particular en qué hacer foco. En la experiencia descrita, las personas estaban recostadas con ojos cerrados, y el sonido y la música les despertaba una gran cantidad de imágenes y sensaciones. Es lo que denomino un viaje sonoro. Hay una gran diferencia, tanto técnica como de forma, entre un viaje sonoro, una meditación  y un baño de sonidos.

Hay un segundo aspecto confuso en esa vivencia, y es que “vendieron” por así decirlo una meditación y lo que ofrecieron fue un viaje sonoro que tenía una finalidad“terapéutica”, donde además las vivencias de las personas eran interpretadas por las facilitadoras.

Es enorme la variedad de propuestas de estas experiencias sonoras a las que uno puede participaren la actualidad: desde baños de gong, viajes chamánicos, baños de sonido, concierto de cuencos tibetanos, de cristal, combinaciones de técnicas de sanación y chamanismo, con impostación de manos y viajes de activación de los chakras a través del sonido,  uso de aromas, círculos sagrados, entre muchos otros. Es urgente, desde mi perspectiva, que aquellos que tienen interés en beneficiar a varios sectores de la sociedad a través del uso del sonido, que sepan exactamente lo que ofrecen, que sea congruente con lo que realmente hacen, y especialmente que estudien, lean, se formen, se especialicen, además de disfrutar del trance que despierta el sonido. La sociedad está cada día más dispuesta a interactuar con estas propuestas y lo necesita, por ello es imprescindible que busquemos la excelencia en lo que hacemos.

Jorge Zain