La Terapia Vibroacústica comenzó a desarrollarse en los años ochenta, como consecuencia de la investigación empírica clínica del Profesor Olav Skille en Noruega y la investigación experimental que realizó Tony Wigram en Inglaterra. Otros referentes que cabe mencionar son Chesky y Michel en los Estados Unidos, Lehikoinen en Finlandia y muchos otros alrededor del mundo.
En una sesión de terapia vibroacústica, el paciente, tendido en una silla o en una camilla que tiene parlantes empotrados, percibe, en contacto directo con su cuerpo, sonidos de baja frecuencia y sonoridad modulada combinados con música, emitidos por equipamientos electrónicos, para lograr propósitos terapéuticos (ver bibliografía).
Jorge Zain, buscando una forma más “orgánica” de intervención, donde el recurso vibroacústico provenga de instrumentos musicales además de equipamientos electrónicos, descubrió que existe una similitud entre las características del estímulo vibroacústico electrónico, y del sonido de algunos cuencos tibetanos, cuando son frotados con una baqueta de cuero o de corcho.
Hoy en día los dispositivos vibroacústicos han cambiado considerablemente. Las camillas algunos años atrás pesaban más de 50 kilos y tenían parlantes muy ruidosos de más de 12 pulgadas. Un operador con poco conocimiento técnico en programas de audio se quedaba bastante atrás con las posibilidades de aplicación, a no ser que usase audios pre-establecidos.
Estos viejos equipamientos han sido reemplazados por colchones que pesan menos de 5 kilos, son muy transportables, y no tienen desgaste de energía.